domingo, 19 de enero de 2014

Biografía del Cid el Campeador

Rodrigo Fuentes de Vivar nació en Castilla hace mucho tiempo, se crió con dos hermanos, el Cid era el mayor, y unos padres que eran de la baja nobleza, pertenecían a la clase social de infanzones. Carecían de riquezas, por eso el padre del Cid decidió ir a combatir para ir ganando algo de dinero para la manutención de la familia. La madre del Cid, llamada Teresa Álvarez, no le gustaba que Diego, el padre de Rodrigo, fuera a las batalla, ya que tenía miedo de que muriese o resultara herido. Diego no tardó mucho en convertirse en un gran guerrero, lo que le ayudó a conseguir una gran fortuna. Al año de esto, Teresa muere pariendo a su tercer hijo. Esto al padre del Cid le afectó mucho y dejó de combatir, sin embargo, empezó a entrenar a Rodrigo para la lucha, cuando el Cid solo tenía 9 años. Los hermanos del Cid empezaron a tener celos de él y  empezaron a amargarle. Al principio, ellos no le hablaban al Cid, pero los meses pasaron y le empezaron a hacer cosas peores, como ponerle especias picantes a la comida, e incluso pegarle mientras dormía. Rodrigo aguantaba sin reprochar nada.


El Cid estaba dando un paseo por las calles, cuando de pronto vio a una niña, Rodrigo nada más verla se enamora totalmente de esa jovencita. Se acerca y le pregunta:

-¿Cómo te llamas?- Le habla tímidamente.

-Soy Jimena, y ¿Tú quien eres?- Le mira sonriéndole.

-Yo... yo soy el mejor guerrero de todos los tiempos- Le responde orgullosamente- y las personas me llaman Rodrigo Fuentes de Vivar, pero tú me puedes llamar Ruy.

-Que gracioso eres. Si quieres podemos ser amigos- Dice riéndose por las burlas que hacia el Cid.

-Vale, adiós- Se despide el Campeador.

Dos meses de esto, Diego, piensa de que el Cid estaba preparado para combatir, le da una espada de madera y le hace pelear contra sus hermanos. A Rodrigo le gustó la idea y a sus hermanos aún más, que pensaban en vengarse. El Cid no tardó mucho en derribar a ambos. El padre del Cid se alegró de la victoria de Rodrigo, lo que enfureció mucho a sus hermanos. Rodrigo se hizo muy popular gracias a su habilidad al combatir, podía incluso vencer a dos enemigos estando desarmado. Gracias a esto conoció a su mejor amigo, José. Fueron los mejores amigos, era un joven simpático, un poco alto para su edad, muy delgado y tenía un gran melena. Se le caracterizaba por la herida que tenía cerca del ojo, el decía que era por un combate contra una fiera, pero nadie le creía, y los que lo hacían, le admiraban por salir vivo de esa gran hazaña. Era el mejor combatiendo, por eso siempre estaban luchando contra el Cid, un día, cuando Rodrigo y José andaban por el bosque, de pronto, de la nada, apareció un león y empezó a rugir, al observarlo bien, vieron que le dolía una pata y que estaba bastante arañado por todo el cuerpo, José gritó de repente

-¡Corre Rodrigo, esta es la bestia que me hizo mi herida y querrá terminar lo que empezamos!- Dijo José empujando al Cid para un lado

-No te pienso dejar atrás, los dos pelearemos contra la fiera- Contestó el Cid con su pequeña espada, que no parecía un espada, si no una pequeña daga.


José, no parecía entrar en razón y no dejó que el Cid entrara en batalla, Rodrigo se subió a un árbol para verlo. El león daba vueltas alrededor del joven, pero José no se movió de ahí, esperó que atacara el león para clavarle su espada en la cabeza, cuando la fiera saltó para José, el joven se dio media vuelta, pero no lo suficientemente grande para esquivar el golpe, lo que hizo que cayera al suelo con el león encima. El Cid lo observó todo desde arriba, José no pudo salir de debajo de la fiera lo que hizo que lo hiriera gravemente. Rodrigo estuvo varios minutos, eternos, allí arriba observando como el cuerpo de su mejor amigo estaba siendo devorado por aquella alimaña, soltó un gran grito que asustó al león. El Cid fue corriendo hacia el cuerpo de José, estaba medio muerto. El Cid se acercó para ver lo que decía:

-Bueno, Rodrigo, parece que eres el mejor combatiendo de la zona- Dijo ahogándose con su propia sangre y lágrimas- Prométeme que cuando seas mayor pelearás contra los moros y ganarás... El cuerpo, ya casi frío, quedó en manos del campeador que no pudo reprimir las lágrimas, afirmó con la cabeza y este pensamiento le sirvió en futuras batallas contra los moros, siempre recordaría las ganas de vencer de su amigo a los moros.


Pasó ya mucho tiempo de eso y el Cid no había olvidado a su amigo, pero no derramó ninguna otra lágrima pensando en él. Diego, está muy mayor y aún servia al Rey, cuando le deshonran, el conde Orgaz, padre de Jimena, dándole una bofetada. El Cid, intenta recuperar la honra combatiendo contra él, no le gusta mucho esta idea, pero es lo único que puede hacer. El Cid pelea contra el conde Orgaz y lo mata. Al enterarse Jimena de esto, empieza a pedir justicia. El rey no puede hacer nada ya que fue una pelea justa para devolver el honor, pero Jimena iba todos los días al palacio para que hicieran justicia a la persona que más odiaba en ese momento. Don Fernando ordena a sus soldados que buscaran y trajeran al Cid a su presencia. Pero Rodrigo se encontraba en otra parte, estaba peleando contra los seis mil soldados de cuatro reyes moros, la batalla fue larga y dura. Rodrigo ganó, e incluso consiguió capturar los cuatro reyes moros, que estaban refugiados en un castillo. Cuando vieron al rostro joven del Campeador, pidieron clemencia. El Cid les perdonaría la vida si se ofrecían a ser vasallos del rey don Fernando. Los reyes moros aceptaron y fueron corriendo para cumplir las órdenes del Cid. Don Fernando, cuando vio a estos reyes pidiéndole vasallaje, gracias al Cid, detiene su búsqueda. Ante tal hazaña, el rey decide recompensar al Cid perdonándolo y que pudiera volver cuando quisiera. Esto hace que Jimena se enfurezca mucho más, entonces el rey, abatido, decide seguir buscando al Cid. Un día, cuando Rodrigo estaba haciendo el camino de Santiago empieza a escuchar unas voces pidiendo socorro, fue corriendo para donde salían y vio a un anciano que se había caído a una charca de lodo, el Campeador fue corriendo a rescatarlo, cuando se dio cuenta de que era un leproso, pero esto no le importó nada y lo rescató, esa misma noche, lo cuidó como a un familiar, le dio vestimentas, comida y le permitió que durmiese a su vera. Pasada unas hora, el Cid siente un gran poder en el pecho, se despierta y ve una gran luz que le dice:

-Rodrigo, soy el protector de los leprosos, cuando me salvaste de aquella trampa de lodo te he recompensaré con el mejor tesoro, la bendición de Dios- Dijo mientras se iba apagando su luz.


Jimena también sintió esto y paró de odiar al Cid, al contrario, ahora lo amaba más que a cualquier otra cosa. Pero ella sigue yendo al castillo a pedir justicia, el rey le propone una idea que le encantaría a doña Jimena, que se case con el Campeador, ella, como nadie sabía que ella le amaba en secreto, espera un tiempo para aceptar esta boda. La boda fue la más bonita que se había celebrado.


Los años pasaban y le pesaban al rey, cuando estaba a punto de morirse, llama a sus hijos y le reparte sus territorios entre los cinco, a don Sancho, el hijo mayor, no le gusta esta idea por eso empieza, a atacar los territorios de sus hermanos, empieza con Galicia, después con León, y muere en Zamora, por la lanza por un traidor. El Cid culpa al hermano de don Sancho, el rey don Fernando, que le hace jurar hasta cuatro veces de que él no participó en el asesinato de su hermano. El rey se cabrea mucho con el Cid por haberle echo jurar tantas veces, más tarde el conde Garcia Ordoñez culpa al Cid de haber robado impuestos del rey, por eso, don Fernando acaba desterrándole de por vida y cortando las manos y los ojos a quien preste ayuda al Campeador.


El Cid empieza a combatir contra los moros, e incluso peleó contra cristianos, que le llamaban traidor, él únicamente quería el perdón del rey, lo consigue conquistando la gran capital mora de Valencia. Esta ciudad se la ofrece al rey, don Fernando la rechaza porque era del Campeador y le perdona, permitiendo que su familia vaya con él y casa a sus hijas con los infantes de Carrión. Los moros tras perder Valencia, intentan capturarla de  nuevo enviando numerosos ejércitos. Pero nunca pudo reconquistarla.


En valencia todo está tranquilo, después de un almuerzo, se quedaron todos dormidos en el salón, donde estaba el león, que se despertó, al moverse se le abrió la puerta y salió. Cuando los infantes vieron al león huyeron de ahí, haciendo que se burlen de ellos los soldados que estaban protegiendo al Cid, que cuando se despierta, calma al león y lo mete en la jaula de nuevo. Pero los infantes serían motivo de burlas por segunda vez, cuando cargaban contra un ejército moro, ellos huyen cuando no mira el Cid. Los cobardes de los infantes no paraban de sufrir las risas de los soldados. Cansados de esta actitud, piensan en llevar sus esposas a Carrión, y allí vivir tranquilos, el Cid acepta esta idea e incluso les manda a su mejor soldado para que los protejan. Pero, en mitad del camino, cuando el vigía se adelantó un poco, los infantes aprovechan para violar y pegar a doña Elvira y a doña Sol. Los infantes huyen de ahí dejándolas en Corpes, el soldado del Cid, las encuentra y vuelve a Valencia con ellas.  



Rodrigo no piensa en matar a los infantes, él va a pedir justicia al rey por esta afrenta. En la misma ceremonia, las hijas son casadas con los próximos herederos a la corona de Aragón y Navarra. Y desafían a los infantes de Carrión y a su tío contra los tres mejores soldados del Cid. La pelea se resolvió con una victoria aplastante para los soldados del Cid.


En Valencia, al fin, esto está tranquilo, pero un día el Cid cae enfermo antes de su batalla contra los cien mil soldados del moro Yusuf, un aliado del antiguo rey de Valencia. En un sueño de Rodrigo se le aparece un ángel, contándole como ganar esa gran batalla. La idea era ponerlo en cabeza a lomos de Babieca, su caballo, con Tizona, una gran espada mora que había robado en una batalla contra los moros, en mano. Los soldados moros se confiaron de que el Cid había muerto, pero cuando vieron al Cid liderando su ejército, algunos huyeron, otros volvieron a sus barcos y los restantes murieron aplastados por sus compañeros o por los soldados del Cid. Al final del todo, el Campeador fue enterrado en un cementerio para reyes, cuando el pertenecía a la baja nobleza.


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