Rodrigo
Fuentes de Vivar nació en Castilla hace mucho tiempo, se crió con
dos hermanos, el Cid era el mayor, y unos padres que eran de la baja
nobleza, pertenecían a la clase social de infanzones. Carecían de riquezas, por eso el padre del Cid decidió ir a combatir para ir
ganando algo de dinero para la manutención de la familia. La madre
del Cid, llamada Teresa Álvarez, no le gustaba que Diego,
el padre de Rodrigo, fuera a las batalla, ya que tenía miedo de que
muriese o resultara herido. Diego no tardó mucho en convertirse en
un gran guerrero, lo que le ayudó a conseguir una gran fortuna. Al
año de esto, Teresa muere pariendo a su tercer hijo. Esto al padre del
Cid le afectó mucho y dejó de combatir, sin embargo, empezó a
entrenar a Rodrigo para la lucha, cuando el Cid solo tenía 9 años.
Los hermanos del Cid empezaron a tener celos de él y empezaron a amargarle. Al principio, ellos no le hablaban al Cid, pero
los meses pasaron y le empezaron a hacer cosas peores, como ponerle
especias picantes a la comida, e incluso pegarle mientras dormía.
Rodrigo aguantaba sin reprochar nada.
El
Cid estaba dando un paseo por las calles, cuando de pronto vio a una
niña, Rodrigo nada más verla se enamora totalmente de esa
jovencita. Se acerca y le pregunta:
-¿Cómo
te llamas?- Le habla tímidamente.
-Soy
Jimena, y ¿Tú quien eres?- Le mira sonriéndole.
-Yo...
yo soy el mejor guerrero de todos los tiempos- Le responde
orgullosamente- y las personas me llaman Rodrigo Fuentes de Vivar,
pero tú me puedes llamar Ruy.
-Que
gracioso eres. Si quieres podemos ser amigos- Dice riéndose por las
burlas que hacia el Cid.
-Vale,
adiós- Se despide el Campeador.
Dos
meses de esto, Diego, piensa de que el Cid estaba preparado para
combatir, le da una espada de madera y le hace pelear contra sus
hermanos. A Rodrigo le gustó la idea y a sus hermanos aún más, que
pensaban en vengarse. El Cid no tardó mucho en derribar a ambos. El
padre del Cid se alegró de la victoria de Rodrigo, lo que enfureció
mucho a sus hermanos. Rodrigo se hizo muy popular gracias a su
habilidad al combatir, podía incluso vencer a dos enemigos estando
desarmado. Gracias a esto conoció a su mejor amigo, José. Fueron
los mejores amigos, era un joven simpático, un poco alto para su
edad, muy delgado y tenía un gran melena. Se le caracterizaba por la
herida que tenía cerca del ojo, el decía que era por un combate
contra una fiera, pero nadie le creía, y los que lo hacían, le
admiraban por salir vivo de esa gran hazaña. Era el mejor
combatiendo, por eso siempre estaban luchando contra el Cid, un día,
cuando Rodrigo y José andaban por el bosque, de pronto, de la nada,
apareció un león y empezó a rugir, al observarlo bien, vieron que le dolía una pata y que estaba bastante arañado por todo el
cuerpo, José gritó de repente
-¡Corre
Rodrigo, esta es la bestia que me hizo mi herida y querrá terminar
lo que empezamos!- Dijo José empujando al Cid para un lado
-No
te pienso dejar atrás, los dos pelearemos contra la fiera- Contestó
el Cid con su pequeña espada, que no parecía un espada, si no una
pequeña daga.
José,
no parecía entrar en razón y no dejó que el Cid entrara en batalla,
Rodrigo se subió a un árbol para verlo. El león daba vueltas
alrededor del joven, pero José no se movió de ahí, esperó que
atacara el león para clavarle su espada en la cabeza, cuando la
fiera saltó para José, el joven se dio media vuelta, pero no lo
suficientemente grande para esquivar el golpe, lo que hizo que cayera
al suelo con el león encima. El Cid lo observó todo desde arriba,
José no pudo salir de debajo de la fiera lo que hizo que lo hiriera
gravemente. Rodrigo estuvo varios minutos, eternos, allí arriba observando como
el cuerpo de su mejor amigo estaba siendo devorado por aquella
alimaña, soltó un gran grito que asustó al león. El Cid fue
corriendo hacia el cuerpo de José, estaba medio muerto. El Cid se
acercó para ver lo que decía:
-Bueno,
Rodrigo, parece que eres el mejor combatiendo de la zona- Dijo
ahogándose con su propia sangre y lágrimas- Prométeme que cuando
seas mayor pelearás contra los moros y ganarás... El cuerpo, ya casi
frío, quedó en manos del campeador que no pudo reprimir las
lágrimas, afirmó con la cabeza y este pensamiento le sirvió en
futuras batallas contra los moros, siempre recordaría las ganas de
vencer de su amigo a los moros.
Pasó
ya mucho tiempo de eso y el Cid no había olvidado a su amigo, pero
no derramó ninguna otra lágrima pensando en él. Diego, está muy
mayor y aún servia al Rey, cuando le deshonran, el conde Orgaz, padre de
Jimena, dándole una bofetada. El Cid, intenta recuperar la honra
combatiendo contra él, no le gusta mucho esta idea, pero es lo único
que puede hacer. El Cid pelea contra el conde Orgaz y lo mata. Al
enterarse Jimena de esto, empieza a pedir justicia. El rey no puede
hacer nada ya que fue una pelea justa para devolver el honor, pero Jimena
iba todos los días al palacio para que hicieran justicia a la
persona que más odiaba en ese momento. Don Fernando ordena a sus
soldados que buscaran y trajeran al Cid a su presencia. Pero Rodrigo
se encontraba en otra parte, estaba peleando contra los seis mil
soldados de cuatro reyes moros, la batalla fue larga y dura. Rodrigo
ganó, e incluso consiguió capturar los cuatro reyes moros, que
estaban refugiados en un castillo. Cuando vieron al rostro joven del
Campeador, pidieron clemencia. El Cid les perdonaría la vida si se
ofrecían a ser vasallos del rey don Fernando. Los reyes moros
aceptaron y fueron corriendo para cumplir las órdenes del Cid. Don
Fernando, cuando vio a estos reyes pidiéndole vasallaje, gracias al
Cid, detiene su búsqueda. Ante tal hazaña, el rey decide
recompensar al Cid perdonándolo y que pudiera volver cuando
quisiera. Esto hace que Jimena se enfurezca mucho más, entonces el
rey, abatido, decide seguir buscando al Cid. Un día, cuando Rodrigo estaba
haciendo el camino de Santiago empieza a escuchar unas voces pidiendo
socorro, fue corriendo para donde salían y vio a un anciano que se
había caído a una charca de lodo, el Campeador fue corriendo a
rescatarlo, cuando se dio cuenta de que era un leproso, pero esto no le
importó nada y lo rescató, esa misma noche, lo cuidó como a un
familiar, le dio vestimentas, comida y le permitió que durmiese a su
vera. Pasada unas hora, el Cid siente un gran poder en el pecho, se
despierta y ve una gran luz que le dice:
-Rodrigo,
soy el protector de los leprosos, cuando me salvaste de aquella
trampa de lodo te he recompensaré con el mejor tesoro, la bendición
de Dios- Dijo mientras se iba apagando su luz.
Jimena
también sintió esto y paró de odiar al Cid, al contrario, ahora lo
amaba más que a cualquier otra cosa. Pero ella sigue yendo al
castillo a pedir justicia, el rey le propone una idea que le
encantaría a doña Jimena, que se case con el Campeador, ella, como
nadie sabía que ella le amaba en secreto, espera un tiempo para
aceptar esta boda. La boda fue la más bonita que se había
celebrado.
Los
años pasaban y le pesaban al rey, cuando estaba a punto de morirse,
llama a sus hijos y le reparte sus territorios entre los cinco, a don
Sancho, el hijo mayor, no le gusta esta idea por eso empieza, a
atacar los territorios de sus hermanos, empieza con Galicia, después
con León, y muere en Zamora, por la lanza por un traidor. El Cid
culpa al hermano de don Sancho, el rey don Fernando, que le hace
jurar hasta cuatro veces de que él no participó en el asesinato de
su hermano. El rey se cabrea mucho con el Cid por haberle echo jurar
tantas veces, más tarde el conde Garcia Ordoñez culpa al Cid de
haber robado impuestos del rey, por eso, don Fernando acaba
desterrándole de por vida y cortando las manos y los ojos a quien
preste ayuda al Campeador.
El
Cid empieza a combatir contra los moros, e incluso peleó contra
cristianos, que le llamaban traidor, él únicamente quería el
perdón del rey, lo consigue conquistando la gran capital mora de
Valencia. Esta ciudad se la ofrece al rey, don Fernando la rechaza porque
era del Campeador y le perdona, permitiendo que su familia vaya con
él y casa a sus hijas con los infantes de Carrión. Los moros tras
perder Valencia, intentan capturarla de nuevo enviando
numerosos ejércitos. Pero nunca pudo reconquistarla.
En
valencia todo está tranquilo, después de un almuerzo, se quedaron
todos dormidos en el salón, donde estaba el león, que se despertó, al moverse se le abrió la puerta y salió. Cuando los infantes
vieron al león huyeron de ahí, haciendo que se burlen de ellos los
soldados que estaban protegiendo al Cid, que cuando se despierta,
calma al león y lo mete en la jaula de nuevo. Pero los infantes
serían motivo de burlas por segunda vez, cuando cargaban contra un
ejército moro, ellos huyen cuando no mira el Cid. Los cobardes de
los infantes no paraban de sufrir las risas de los soldados. Cansados
de esta actitud, piensan en llevar sus esposas a Carrión, y allí
vivir tranquilos, el Cid acepta esta idea e incluso les manda a su
mejor soldado para que los protejan. Pero, en mitad del camino,
cuando el vigía se adelantó un poco, los infantes aprovechan para
violar y pegar a doña Elvira y a doña Sol. Los infantes huyen de ahí
dejándolas en Corpes, el soldado del Cid, las encuentra y vuelve a
Valencia con ellas.
Rodrigo
no piensa en matar a los infantes, él va a pedir justicia al rey por
esta afrenta. En la misma ceremonia, las hijas son casadas con los
próximos herederos a la corona de Aragón y Navarra. Y desafían a
los infantes de Carrión y a su tío contra los tres mejores soldados
del Cid. La pelea se resolvió con una victoria aplastante para los
soldados del Cid.
En
Valencia, al fin, esto está tranquilo, pero un día el Cid cae
enfermo antes de su batalla contra los cien mil soldados del moro
Yusuf, un aliado del antiguo rey de Valencia. En un sueño de Rodrigo
se le aparece un ángel, contándole como ganar esa gran batalla. La
idea era ponerlo en cabeza a lomos de Babieca, su caballo, con
Tizona, una gran espada mora que había robado en una batalla contra
los moros, en mano. Los soldados moros se confiaron de que el Cid
había muerto, pero cuando vieron al Cid liderando su ejército,
algunos huyeron, otros volvieron a sus barcos y los restantes
murieron aplastados por sus compañeros o por los soldados del Cid.
Al final del todo, el Campeador fue enterrado en un cementerio para
reyes, cuando el pertenecía a la baja nobleza.