Nicolás Pertusato
Nicolás Pertusato, Nicolasillo, Nicolino, Pertusato, etc eran las formas la cual lo llamaban los conocidos a éste pequeño niño.
Nicolás era de ojos grandes y marrones. Una larga cabellera no muy rizada de un color chocolate. Su estatura no era muy alta, es decir, que era un niño bajito.
Además de ser muy inteligente, sabía usar muy bien las palabras mas como niño que era, su inocencia tenía.
Tubo una infancia dura. Su madre murió al nacer él y su padre apenas pasaba tiempo con su hijo. Marina, su institutriz, fue quien estuvo con el pequeño hasta que tubo la edad de seis o siete años.
Una mañana se despidió de Marina y se dirigió a España en un barco que partió de Alessandría acompañado del señor Del Castillo. Una vez en el barco conoció a un hombre llamado Acedo, que más adelante se convertiría en el padrino muy querido de nuestro personaje. A lo largo del tiempo que pasó en el navío, Acedo, fue contándole hazañas que le habían favorecido a lo largo de su vida.
Una vez en España, el imperio con más poder adquisitivo en aquellos tiempos, aprendió la lengua española y adquirió conocimientos a manos de su maestro Alonso Ortiz.
Maribárbola, su íntima amiga en palacio, era una niña que servía a la infanta Margarita. Ésta chiquilla lo ayudó en todo lo posible hasta tal punto que hizo que conociese a Diego Velázquez.
Al ser Nicolás pequeño pero tener tantos conocimientos y manejar tan lúcidamente el idioma, causó en el rey Felipe IV una gran inclinación. Al citarse Nicolasillo con el rey, éste le ordenó que fuese sus ojos y sus manos. Además, le ofreció vivir con Velázquez ya que tendría que salir en su famoso cuadro ''Las meninas''. Se quedó atónito pero no dudó en responder a Su Majestad con una sonrisa en la cara.
Cuando se estableció en la casa de Velázquez conoció a Juana Pacheco que era la mujer del pintor. A ella no le agradaba demasiado la presencia del niño pero poco a poco se enterneció con él. Diego y Nicolás mantuvieron una fuerte amistad, cosa que Juana no lograba entender.
Al poco tiempo conoció a Nerval, una persona muy fría y espeluznante que acompañaba al pintor desde hacía unas semanas. Éste personaje, tenía la tenebrosa peculiaridad que no permitía recordar su rostro. A Juana, Nicolás y a Juan Pareja, amigo y antiguo esclavo de Velázquez, les desagradaba la presencia de Nerval con Diego.
Velázquez encomendó a Nicolasillo para que fuese a casa de Nerval y éste le diese un ''cuadro''. Cuando el pequeño se vio frente a Nerval, se asusto muchísimo ya que le enseñó algo de lo más extraño. A través de un espejo aparecieron los reyes, Velázquez, la infanta Margarita, Maribárbola, Moisés que era el perro de Nicolás, algunas personas más e incluso Nicolás.
Salió corriendo de esa casa y fue hacia Velázquez para contarle lo que había visto. Curiosamente el pintor tubo un sueño con la misma imagen que vio Pertusato. En ese momento Diego le reveló como era Nerval y lo que quería.
Al cabo de los meses cuando el pintor regresó de Italia enfermó. Poco a poco fue empeorando y ni siquiera los médicos podían salvarlo. Antes de fallecer mandó llamar a Nicolás, le contó que a cambio de que Nerval le diese el cuadro él le entregó su alma. Sin apenas fuerzas le pidió a Nicolás como última petición que le pintase en el pecho del cuadro de ''Las meninas'' una cruz roja. Ésta sería la única forma de impedir que Nerval se llevase su alma.
Junto con Pareja cogieron la llave de la habitación donde permanecía el cuadro, un pincel y un bote con pintura roja y se dispusieron a pintarlo a media noche; cuando nadie yacía por los pasillos de palacio.
Al entrar en la habitación se dirigieron hacia el cuadro. Juan empezó a pintar la cruz roja sobre el pecho de Velázquez y cuando consiguió terminar de la cara de Nerval en el cuadro salió una luz y desfiguró su rostro.
A las pocas horas, Velázquez falleció y Juana empezó a llorar. Tan solo una semana después ella murió.
El suegro de Velázquez, Juan Bautista entregó una carta a Nicolasillo de parte del maestro. En ella aparecía un sol y algunas palabras del libro del Dante. Pertusato no entendió nada hasta más tarde que encontró su respuesta en unos versos en el ''Paraíso''.
Andrea Cabrera Mesa, 3ºA.
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